Tardé más de diez años en volver a votar. Soy de la generación que detestaba la política porque olía a traición popular. Voté por primera vez en 1995 y luego hasta 2007 no entré a un cuarto oscuro. Durante esos años me abanderó el color naranja —fruto de mi participación en el movimiento Humanista— que luego formó su partido.
Luego me enamoré del Anarquismo. De ese ideal de sociedad, de organización; que en clara evidencia está, no es para esta humanidad. El negro y rojo me sentaban muy bien. Porque siempre supe y sentí que debíamos encontrar nuevos caminos para que los habitantes de esta tierra tuviéramos los accesos abiertos a la educación, el trabajo, la salud. Pero no. No era el anarquismo.
Hasta que un día, allá por el 2003, irrumpió en La Rosada un personaje que había ganado las elecciones con un fallido balotaje luego de un 23% en la primera vuelta. Jamás lo olvidaré el día de su toma de poder balanceando el cetro como porrista ( era un mensaje: yo tomo el mando a mi manera) Luego. Una palabra: ” proceda”. Una imagen: Bendini bajando los cuadros de Videla y Bignone en las galerías del colegio militar de Palomar un 24 de Marzo de 2004. Una idea: señalar la responsabilidad civil que había sido cómplice y partícipe de la feroz última dictadura.

Mi corazón comenzó a latir fuerte. Mis ojos se humedecieron. Y por dentro dije: “ése es”. Éste es diferente. Jamás pensé que su accionar iba superar a su discurso de campaña. Me pregunté, ¿por qué no lo voté? Estaba haciendo más de lo que había prometido.
Fué una etapa coronada por la UNASUR, Latinoamericanos Unidos. Néstor siendo el precursor. Chávez mandando al carajo al ALCA. ¿Lo recuerdan, verdad?
Pagó casi toda la deuda en honor a la soberanía económica y sus políticas fueron directo a la justicia social. Néstor, desalineado, con esa forma poco protocolar de hablar, traía consigo el viento sureño que cambiaría el devenir del país.
Ayer nomás, en la plaza de mi barrio un grupo de jóvenes se auto organizaron para limpiar el lugar, tendrían entre 20 y 30 años. Si ellos no son hijos de este amor entonces ¿quiénes? Eso dejó Néstor. Esas ganas de hacer. Ese amor por la política de la mano de la acción y la coherencia y además son soltura.
Por aquel entonces, volvíamos a las calles, militábamos, cantábamos. Al fin un presidente se ocupaba de deudas enquistadas en los sectores más vulnerables Y lo visibilizaba.

Diez años sin Néstor. Pero con más militancia y participación política. Volver a creer en las ideas, en los proyectos, en la ciencia.
No sólo era Néstor, sino la pareja militante con Cristina. Esos ideales hechos carne y acción. Reconozco esa sensación de querer cambiar el mundo de muy piba, con mi pareja. Ir a marchas, asados con política. Todo olía a compañerismo. Todo se saboreaba con felicidad. Las imágenes de ellos abrazándose y jugando, representan para muchos militantes el sueño de que los ideales se trabajan, se comparten, se aman y se cumplen.
Ahora amo la política. Leo, estudio, analizo, participo, milito sin banderas, pero milito. Todavía no me animo a decir que lo partidario sea lo que más me gusta. ¿Pero hay poder de transformación de la realidad sin una organización? Conflictos de los anarquistas, lo sigo siendo de corazón pero soy peronista por elección. Apolítica nunca más. Si vamos a seguir jugando en este tablero capitalista al menos elijamos fichas que muevan peones y no reyes o reinas. Las piezas se siguen moviendo gracias a él, hubo enroques, pero no llegaron al jaque mate. El cambió el juego que luego se extendería 8 años más.
Tiembla el reinado oligarca con semejantes jugadores.
Sueño con la Insurrección popular. Aunque creo que esto sentó las bases, quizá no sea con el estrépito que soñamos los anarquistas, quizá una gran parte de los habitantes sigan despertando. Quizá el amor venza al odio. Ojalá.
Empoderó a un pueblo y demostró que los gobiernos latinos son poderosos.
Jamás se lo perdonarán.
Gracias Néstor.