Desconcentración, diversidad, inclusión, junto con los desafíos comunicacionales del siglo XXI desde las perspectivas de las Defensorías de las Audiencias, son temas centrales de este excelente libro de Cynthia Ottaviano, publicado por UNDAV Ediciones y la Editorial Punto de Encuentro.
Entre sus muchos méritos, contiene una investigación inédita sobre un aspecto clave de la escena contemporánea: las amenazas comunicacionales en tiempos de Big Data, Fake News y monopolios voraces. Los desafíos inaplazables del siglo en curso están tratados aquí con base en un entrelazamiento virtuoso cuyo eje es un diálogo apasionante entre los derechos humanos y el derecho humano a la comunicación, tejido alrededor de la labor pionera de las Defensorías de las Audiencias.
En palabras de la autora: “Tenemos derecho al trabajo, tenemos derecho humano a la educación, a la salud, a una vivienda, pero también tenemos que tener derecho humano a la comunicación. Tenemos que poder reclamar ante las vulneraciones de este derecho humano, tenemos que participar activamente, porque ya no lo construyen los periodistas y las periodistas nada más, menos quienes se consideraban los dueños de la información, hay una mirada universalista que es que todas las personas tienen que acceder en igualdad de oportunidades al derecho humano a la comunicación, pero que también tienen que participar en igualdad de oportunidades, audiencias activas no pasivas, audiencias que reclaman, que también construyen una comunicación en ese reclamo”.
“Tenemos derecho al trabajo, tenemos derecho humano a la educación, a la salud, a una vivienda, pero también tenemos que tener derecho humano a la comunicación”.
Un libro indispensable del que Contraeditorial les ofrece un adelanto exclusivo:
¿Una historia centenaria de noticias falsas o fake news?
A la compleja realidad descripta, de vigilancia, control y censura en la nueva era de la comunicación, de exclusiones tecnológicas y culturales, en un marco de globalización y convergencia, es necesario adicionar la maximización de la difusión de noticias falsas o fake news: “historias falsas que parecen ser noticias, difundidas en Internet o utilizando otros medios, generalmente creadas para influir en las opiniones políticas o como una broma” (Cambridge Dictionary).[1]
A partir de acusaciones cruzadas, distintos parlamentos como el de Inglaterra y los Estados Unidos impulsaron investigaciones para determinar si hubo difusión organizada de noticias falsas vinculadas con la votación por la salida del brexit, en el primer caso, y como se mencionó del triunfo electoral de Donald Trump, en el segundo; incluso con la utilización de información privada obtenida de Facebook.[2]
Conscientes del daño que causan las fake news a las democracias, la Unión Europea impulsó tres propuestas —que deberán ser aprobadas por los jefes de Estado— para contrarrestar o frenar al máximo posible la propagación de información manipulada con fines políticos: 1. Crear un sistema de alerta temprana para los Estados; 2. Instar a las compañías como Facebook y Google a etiquetar los mensajes emitidos por máquinas o robots, tomar medidas concretas sobre mensajes que incitan al odio y al extremismo; y 3. Aumentar a cinco millones de euros el presupuesto anual para lograrlo.[3]
La Unión Europea propone que empresas como Facebook y Google tomen medidas concretas con los mensajes que incitan al odio y al extremismo.
Esta reciente decisión fue tomada luego de realizar una serie de consultas públicas y promover investigaciones específicas que pretendían acorralar las mentiras propaladas geométricamente de cara a las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019.
Entre las 2986 respuestas que recibieron, sobre todo de Francia, Bélgica, Reino Unido, España e Italia, se concluyó que “existe una percepción común de que las noticias falsas en general pueden causar daños a la sociedad, en particular en áreas como asuntos políticos, inmigración, minorías y seguridad”, pero para combatirlas no hay una mirada única.
Si bien se demostró “una clara preferencia por un enfoque de autorregulación, multidimensional y de múltiples partes interesadas” —describe el Informe Sinopsis— hubo reclamos por “la falta de igualdad de condiciones entre los productores de contenidos y las plataformas sociales” por lo que “sugirieron cambios regulatorios”.
Además de propuestas de legislación, se señaló la disconformidad con las plataformas de redes sociales, dado que “no están haciendo lo suficiente para ayudar a los usuarios a verificar la información antes de compartirla en línea”.

Como consecuencia surgieron pedidos de capacitación a periodistas y usuarias y usuarios en general, sobre todo en áreas como el uso de inteligencia artificial, y la promoción de una alfabetización mediática desde la edad escolar.
Allí aparecen, entonces, las tres partes fundamentales de la lucha contra las fake news: medidas regulatorias junto con autorregulaciones multisectoriales y multidimensionales, alfabetización comunicacional y promoción de organizaciones sociales de verificación de datos.
En esta última área de fact checkers o verificadores de datos, en Europa, pero también en América Latina se avanzó de manera considerable durante los últimos procesos electorales. Así es como en Francia, Alemania, España se cuentan diversas experiencias, tanto como en México, Brasil y Costa Rica.
Verificación de datos como herramienta
Ante la falta de medidas institucionales, las organizaciones sociales fueron multiplicándose por los distintos países, con características diferentes, pero un eje en común: ayudar al electorado a navegar en el “ecosistema de desinformación para distinguir entre lo que es verdad y lo que no”. Para lograrlo, convocan a usuarias y usuarios en general a denunciar fotos, videos y textos que consideren falsos.
A partir de esos reclamos siguen un protocolo de trabajo público para determinar si una información es falsa o no, con distintas categorías que pueden variar en clasificaciones como: “verdadero”, “verdad a medias”, “discutible”, “no se puede probar”, “engañoso”, “casi falso”, “falso”, “ridículo”.
La metodología para detectar si una noticia es falsa no va mucho más allá de las constituidas en el periodismo tradicional, lo que ocurre es que el deterioro de la profesión las fue dejando en desuso.
Las organizaciones que cuentan con diferentes nombres —Verificado.mx[4] en México, Aos Fatos, en Brasil, Tec.ar en Costa Rica, Maldito Bulo en España, Faktenfinder, en Alemania, Décodeurs, creado por el diario Le Monde, en Francia— suelen ser proyectos colaborativos e interdisciplinarios —reúnen especialistas, medios de comunicación, organizaciones sociales y universidades— que asumen incluso la posibilidad de cometer un error y aceptar, también de manera pública, una política de corrección.
En cuanto a la metodología también es expuesta y, en general, no va mucho más allá de las constituidas en el periodismo tradicional, lo que ocurre es que el deterioro de la profesión las fue dejando en desuso.
Siete pasos parecen suficientes para poner en práctica y lograr desenmascarar la mentira:
1. Chequear el origen de la fuente de información
2. Contrastar la información con datos y hechos concretos
3. Consultar al protagonista y verificar la información
4. Buscar otras fuentes de información, incluidas estadísticas, información académica y de especialistas
5. Contextualizar social, política, económicamente la información
6. Tener captura de pantalla de las noticias falsas para no seguir promoviendo el link a los sitios
7. Seleccionar la categoría: falso, engañoso, etc. para etiquetar la información
A diferencia de otros robots, @fatimabot denuncia las noticias falsas que se difunden en las redes sociales.
A pesar de las buenas intenciones, las preguntas sobre quién verifica a quienes verifican se multiplicaron, pero lejos de detener a estas organizaciones se propusieron cumplir con cinco compromisos que, de ser cumplidos, contrarrestan la posibilidad de inclinar la balanza hacia intereses sectoriales:
1. no ser partidista, ser justos e imparciales para chequear todas las informaciones
2. transparentar las fuentes consultadas
3. publicar los fondos con los que se sustentan
4. hacer visibles las metodologías que utilizan
5. aceptar la corrección abierta y honesta de los propios errores
Con estos compromisos publicados y con esfuerzos permanentes para su cumplimiento, una vez desenmascarada la mentira, la problemática se centra en la forma de contrarrestar el alto nivel de masificación que pudo haber tenido en pocos segundos.
Los bots como estrategia de manipulación
Aquí es donde entra en juego el fenómeno de la inteligencia artificial aplicada al campo comunicacional. Los trolls, pero también los bots invaden el “ecosistema” y son algunos de los responsables de la multiplicación geométrica de las noticias falsas.
“Los agentes de la desinformación usan los memes, para distraernos de las narrativas de otros medios” (An Xiao Mina)
Frente a esta realidad, en el que las plataformas sociales y los buscadores son denunciados por haber tomado medidas insuficientes, el periodista Pedro Burgos, fundador de Impacto.jor creó junto con el Instituto SEB de Educaçao, la robot @fatimabot.
La diferencia con otros “bots” es que Fatima, una abreviación de Fact Machine (máquina de hechos), denuncia las noticias falsas. ¿Cómo lo hace? Fatima sintoniza un banco de noticias falsas ya chequeadas, mapea Twitter cada quince minutos y dispara la respuesta para cada tweet que la haya compartido.
Así, debajo de un tweet con información manipulada, puede verse otro tweet, enviado por @fatimabot que dice “Atención, este link que compartiste es una noticia falsa. Ayudá a difundir la información correcta”.
Luego puede leerse la información chequeada. Luego, los datos de tweets son grabados en un banco de datos para saber cuántas personas los compartieron y cuántas leyeron la corrección.
En un mes, sostienen sus creadores, @fatimabot detectó 881 links con noticias falsas; emitió 500 alertas a las que accedieron 540 veces. Unos 30 usuarios tomaron la iniciativa y alertaron a Twittter sobre la información falsa.
¿Suficiente? No, pero un avance sin dudas en un escenario donde parece estar dadas las condiciones para una batalla cultural, de bots.
La tarea desarrollada por las organizaciones de verificación de datos, ahora con alguna alianza con bots, no solo aborda discursos políticos, fotos y videos, sino también los famosos “memes”.
Los memes fueron utilizados para manipular el debate político en las elecciones de Estados Unidos de 2016.
Desde la perspectiva de la investigadora en Tecnología y Comunicación Digital An Xiao Mina, los aparentes chistes funcionan mucho más allá del humor:
“Contienen narrativas. Cuando los compartimos y distribuimos estamos reforzando esas narrativas, independientemente del chiste. Tendemos a ser menos críticos de contenidos con mucha carga emocional porque le habla a nuestros miedos y preocupaciones profundas. Por eso los agentes de la desinformación usan los memes, para distraernos de las narrativas de otros medios”.
La reflexión va más allá, al punto de considerar con atención “la desinformación memética”.
“Comentaristas en Estados Unidos han llamado la elección de los memes a las de 2016 —sostiene Xiao Mina— porque fueron usadas para manipular el debate político. Muchas de las tácticas de la desinformación memética se trata de reforzar narrativas y ampliar esas distorsiones sociales. Eso hace efectivas las estrategias meméticas”.
En el mismo video pedagógico, la española Alba Mora Roca sostiene que “a diferencia de las notas periodísticas, los memes no tienen que probar nada, ni corroborar datos. Aun así, pueden tener el mismo impacto, incluso más, entre el público”, por eso recomienda que “la próxima vez que te llegue un meme piensa qué te quiere decir realmente, porque no solo busca que te rías un rato”.
Estrategias valiosas, pero aún desarticuladas entre el campo de las organizaciones sociales, el político legislativo y el académico educativo para una lucha asimétrica y transnacional. Corporaciones con intereses planetarios que manejan miles de millones de dólares del lado de quienes propagan la información falsa y esfuerzos aislados aún insuficientes para la búsqueda de la verdad que requiere la profundización y el sostenimiento fundamental de toda democracia.
“La próxima vez que te llegue un meme piensa qué te quiere decir realmente, porque no solo busca que te rías un rato” (Alba Mora Roca)
Si bien la problemática constituye un debate permanente aún en el siglo XXI, el poder de los medios de comunicación, en cuanto a la distribución selectiva de información, falsa o no, como pilar mismo de las democracias fue advertido en el plano político en el siglo XVIII por el tercer presidente constitucional de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, de una manera positiva primero y negativa, después.
El principal redactor de la Declaración de la Independencia en 1787 sostenía en principio que “si tuviera que decidir entre la posibilidad de tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, preferiría esto último sin dudar un momento, la opinión del pueblo es la base de nuestro gobierno, nuestro primer objetivo debe ser comprenderla correctamente”.
Unos veinte años después, su perspectiva cambió. En una carta escrita a John Norwell, residente en Danville, Virginia, fechada el 11 de junio de 1807, en la que responde a la consulta sobre cómo tendría que ser un nuevo periódico sostuvo:
“La triste verdad es que la supresión de la prensa no podría privar a la nación de sus beneficios más de lo que ya la priva su sumisión prostituida a la falsedad. Hoy en día no puede creerse nada de lo que publican los periódicos. La verdad misma se hace sospechosa cuando aparece en ese vehículo contaminado. Solo quienes están en situación de confrontar los hechos que conocen con las mentiras del día pueden saber hasta dónde llega ese estado de desinformación.
En verdad compadezco a la gran mayoría de mis conciudadanos, lectores de periódicos que viven y morirán creyendo que han sabido algo de lo que ha acontecido en el mundo contemporáneo, cuando las relaciones que han leído en los periódicos lo mismo podrían referirse a otros períodos de la historia mundial que al presente, con la salvedad de que las fábulas introducen los nombres reales de hoy.
De esas fábulas pueden, desde luego, colegirse algunos hechos de carácter general, como que Europa está actualmente en guerra, que Bonaparte ha tenido éxito como guerrero, que ha sometido a su voluntad a gran parte de Europa, etc., etc.; pero uno no puede fiarse de los detalles.
Añadiré que un hombre que jamás mire un periódico estará mejor informado que quienes los leen, por lo mismo que quien no sabe nada está más cerca de la verdad que quien tiene la mente repleta de falsedades y errores. Quien no lea nada se enterará de todos modos de los hechos generales, y los detalles son todos falsos.
La difamación se está convirtiendo en algo necesario para la vida, hasta el punto de que no puede digerirse una taza de té por la mañana o por la noche sin este estimulante.
Hasta aquellos que no creen esas abominaciones las leen complacidos a sus oyentes, mostrando, en lugar del horror y la indignación que deberían abrumar a una mente virtuosa, un placer secreto por la posibilidad de que alguien llegara a creerlas, aunque ellos no las crean. Parece que no se percatan de que el verdadero autor no es el que imprime, sino el que paga”.
“Hoy en día no puede creerse nada de lo que publican los periódicos. La verdad misma se hace sospechosa cuando aparece en ese vehículo contaminado” (Thomas Jefferson, 1807)
La necesidad del “acceso a la verdad” fue tema preponderante de las revoluciones americanas y sus gestores. Así, uno de los hombres fundamentales del pensamiento revolucionario del Río de la Plata, Mariano Moreno, se expresa sobre el tema al proclamar en un artículo publicado en el periódico La Gazeta de Buenos Aires, el 21 de junio de 1810:
Desengañémonos al fin que los pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión, y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes, ni los conocimientos útiles, porque no teniendo libertad el pensamiento, se seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo y la costumbre.
Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.
De manera que las problemáticas centrales parecen ser las mismas, en cuanto a la búsqueda de la verdad y las manipulaciones o mecanismos de difusión de información inexacta. Las diferencias sustanciales radican en el poder de promoción, difusión y propagación; la velocidad a la que se hace; el alcance mundial; la falta de mecanismos reales de reparación y recirculación de la información más exacta y verdadera; las tensiones entre quienes consideran que la autorregulación es suficiente y quienes luchan por una corregulación participativa en el ámbito de las democracias que representen los intereses de las personas, antes que de las “empresas”; en escenarios de globalización y pérdida de poder de los Estados frente a las corporaciones.
[1] Realizada por el diccionario Cambridge en línea, recuperado en línea el 13 de mayo de 2018 de https://dictionary.cambridge.org/es/diccionario/ingles/fake-news
[2] Más información puede obtenerse en http://rpp.pe/mundo/estados-unidos/que-son-lasfake- news-y-por-que-son-una-preocupacion-para-los-medios-noticia-1097957, http://www. letraslibres.com/espana-mexico/politica/tu-eres-fake-news, https://mundo.sputniknews.com/ europa/201801151075434959-europa-rusia-medios-comunicacion-desinformacion-estudio/, https://www.forbes.com.mx/la-era-de-la-posverdad-y-de-la-inmediatez/, http://www.perfil. com/noticias/tecnologia/fake-news-el-cancer-de-la-web-gestado-por-google-y-facebook.phtml, recuperada en línea el 13 de mayo de 2018.
[3] Puede consultarse en el sitio de la Unión Europea bajo el título “Informe sinopsis de la consulta púbica sobre noticias falsas y desinformación en línea”.
[4] Propuesta de Verificado.mx