Al querido presidente Alberto Fernández:
Ayer a la tarde pensaba en usted. En su trabajo, en su cansancio, en sus broncas contenidas. Y estaba triste, porque sentía impotencia y no encontraba una salida para que nosotros –su pueblo, ese al que usted cuida todo el tiempo–, nos manifestáramos.
En ese momento, en la radio que sonaba sobre la mesa de mi cocina, llegó su palabra, su anuncio (Nota de la redacción: se refiere a la intervención de Vicentin). Me quedé inmóvil. Sonó el teléfono. No lo atendí. Y no lo podía creer. Me parecía que no entendía bien, pero cuando me tranquilice y logré escuchar en otras radios su voz, me di cuenta que el sol, a pesar de que ya anochecía, volvía a salir para nosotros.

Poco a poco, escuchando a varios medios vociferar, difamando su anuncio, recordé lo que yo había visto hace años, en las barrancas del río Paraná, donde unos trabajadores me mostraban cómo Cargill había encadenado con gruesas cadenas la orilla del río de todos, sólo para ellos.
Entonces las voces del Himno Nacional tronaron en mi cocina: “Oíd el ruido de rotas cadenas, libertad, libertad, libertad”.
Un abrazo eterno,
Hebe de Bonafini
La Plata, 9 junio de 2020