El asesinato de Lúcas González por parte de la Policía de la Ciudad, el de Luciano Olivera asesinado por la Policia Bonaerense, o el de Lucio Dupuy, el niño de 5 años asesinado a golpes por su madre y la pareja de la mujer, ponen de relieve la desprotección y los abusos que se cometen contra las niñas, niños y adolescentes, y las deudas que el Estado y la sociedad tienen con quienes deben ser los privilegiados.
Los recientes casos reafirman la necesidad de que el Estado deba trabajar en la prevención de la violencia institucional y el maltrato infantil, o como dice la diputada nacional mandato cumplido, Claudia Bernazza, trabajar en el “buen trato” y en la “crianza con ternura”. Entendida la ternura no como una invocación romántica, sino como una categoría política.
Este año, en la Cámara de Diputados no logró llegar al recinto el proyecto de violencia institucional del bloque Frente de Todos que propone capacitar a las fuerzas de seguridad en derechos humanos, pese a que había obtenido dictamen en comisiones. Ahora, con el recambio legislativo, ese proyecto como tantos otros con dictamen, debe volver a ser trabajado y aprobado en las comisiones.
“Lo que nos ayuda es militar la causa de la organización comunitaria y la pedagogía de la presencia y la ternura”.
Otras iniciativas que no lograron avanzar en el parlamento son aquellas que promueven el buen trato a las infancias. Los temas que atañen a las niñas, niños y adolescentes no logran ingresar en la agenda política, pese a que la urgencia que muestra la realidad lo demanda.
La coautora del libro “Con ternura venceremos” e integrante de la Organización de lxs Chicxs del Pueblo, Claudia Bernazza en diálogo con Contraeditorial habló sobre la importancia de fomentar “la organización comunitaria, la pedagogía de la presencia y la ternura” como herramientas claves para combatir la peores caras de las violencias.
– ¿Qué falló para que haya un Lucio Dupuy?
– Falló nuestro modelo de sociedad, como nos configuramos como sociedad en este capitalismo tardío y feroz. Nuestro continente en su ADN lleva la marca de la crianza en comunidad, de la vida en comunidad y el buen vivir como gran objetivo. Cuando ese objetivo se cambió por el tener, por la competencia y el libre mercado, las familias se volvieron patrimonialistas, nucleares, pequeñas, y entonces las infancias quedaron muy a la intemperie, y con pocos vínculos. A eso hay que sumarle contextos de pobreza y consumo. Cuando la crianza de los pibes solo depende de los padres biológicos, y encima esos padres biológicos se disputan la tenencia de un hijo como si fuera un objeto, muchas violencias recaen sobre las edades tempranas. Además, nosotros siempre decimos que una cosa es la edad temprana -que es un hecho natural- y que otra cosa es la infancia, que es un hecho cultural. Hay muchas edades tempranas que no llegan a ser infancias. Que son verdaderos infiernos de violencia, de desamparo, desabrigo. Esto se da incluso en relaciones biológicas como en el caso de Lucio, y puede atravesar cualquier clase social y cualquier opción de género. Después, podemos decir que hubiera sido necesaria más atención desde los sistemas de salud y desde los sistemas de justicia, pero le erramos si creemos que solo ahí está el error. La búsqueda de culpables con nombre y apellido me parece que no nos ayuda. Lo que nos ayuda es militar la causa de la organización comunitaria y la pedagogía de la presencia y la ternura.

– ¿Debe trabajarse la prevención del maltrato infantil en lo comunitario?
– Nosotros no trabajamos el maltrato en la organización comunitaria, trabajamos la ternura. Nuestro lema en la organización los chicos del Pueblo es “con ternura venceremos”. Siempre trabajamos desde los valores en positivo. Esos métodos de la ternura que nos resguardan de la intemperie de este mundo, de lo cruel que tiene. Como diputada nacional presenté el proyecto de Ley de Crianza con Ternura y Buen Trato “Ana Goitia” -mucho antes que ocurriera lo de Lucio- para fortalecer las respuestas comunitarias a la niñez, tanto respuestas de convivencia como respuestas de acompañamiento, porque muchas veces hay que generar nidos para los pibes que no necesariamente están dados por los vínculos biológicos. A veces, hay referencias afectivas dadas por maestros, maestras, educadores comunitarios que resuelven lo que la familia nuclear no puede resolver. La película Matilda, toca este tema.
– ¿El proyecto le asigna un rol central a las organizaciones comunitarias que forman parte de esa red de vínculos que tienen niños y adolescentes?
– Exactamente. Pone el eje en la crianza comunitaria, dada por un sistema de vínculos donde participan vecinos, la familia ampliada e incluso organizaciones comunitarias, clubes de barrio, bibliotecas populares, ligas de fútbol infantil, porque además estas sociedades capitalistas han puesto toda la carga de responsabilidad, de crianza en la escuela, y eso es un problema, porque la escuela tiene como objeto abordar el mundo y no le podemos pedir a la escuela que hago todo lo que la familia no hace. Esto le corresponde a la comunidad. Hay muchísimas creaciones comunitarias propias que son iniciativas de la población y que cumplen un rol fundamental, porque la mejor intervención de crianza es la que hace el barrio.
“La masacre de San Miguel del Monte en nuestra provincia era absolutamente evitable”.
– Hay otros tipos de violencia que se dan en las redes sociales. ¿Cómo se trabaja desde el Estado para que esa violencia no afecte a las niñas, niños y adolescentes?
– Las redes nos reflejan, y muchas veces se confunde la realidad con la virtualidad. Creemos que allí tenemos amigos pero en realidad somos avatares interactuando. Son invenciones, es una narración de la modernidad tan violenta como lo es el capitalismo y tan violenta como lo que proponen los medios de comunicación masivos, y los juegos virtuales donde corren litros y litros de sangre. Todo el tiempo parece que lo que vende y lo que llama la atención es lo violento, y allí aparece esta figura de los avatares haters.
– ¿Cómo se aborda esta problemática? ¿La concientización es un primer paso?
– Nosotros creemos qué hay que fortalecer una gran alianza entre el Estado y la organización comunitaria, y a partir de eso creemos que los mejores programas, los más felices, más eficaces, son los programas estatales que hacen una alianza estratégica con la comunidad. Pongo como referencia el programa FINES, donde la terminalidad educativa se da a través de la tarea del sistema educativo en sedes de organizaciones comunitarias. Pongo como ejemplo el programa de Unidades de Desarrollo Infantil (UDI) de la provincia de Buenos Aires, que es un programa de becas que sostiene casas en el contraturno escolar en toda la provincia de Buenos Aires. Estas primeras casas de niños fueron creadas a fines de la década del 80, y hoy siguen vigentes. Ese es el rol del Estado, apoyar financieramente este tipo de proyectos que surgen del pueblo.
“La niñez y la adolescencia no está en la agenda pública y eso hace que se retrase el tratamiento de proyectos referidos a ellos”.
– Los adolescentes se enfrentan también a las violencias ejercidas por el Estado, por las fuerzas de seguridad…
– Nuestro Estado es un Estado clasista, nacido al calor del modelo conservador de fines del siglo XIX, y desarmar ese entramado legal nos llevó todo el siglo XX. Las luchas populares del siglo XX intentaron desandar ese camino conservador, pero todavía la configuración del estado moderno es la de un Estado de clase. Y esa mirada clasista se concentra en las fuerzas de seguridad que ven en los pibes con gorrita el enemigo, o al pueblo Mapuche como el enemigo. El asesinato de Lucas Gonzalez es todo lo que está mal, como el asesinato de Rafael Nahuel o de Facundo Ferreira. Esos son nuestros pibes. La masacre de San Miguel del Monte en nuestra provincia era absolutamente evitable. Nosotros cuando hablamos de trabajar con pibes adolescentes no nos gusta que muchos programas se focalizan en la primera infancia porque la de Lucas Gonzalez también era una infancia a atender. Estaba lleno de sueños ese pibe. Estaba en un proyecto deportivo.
– ¿No es este el escenario que marca la necesidad de que pueda llegar al recinto el proyecto de violencia institucional que propone capacitar a las fuerzas de seguridad en derechos humanos?– Por supuesto. Nosotros tenemos varios proyectos que no pudieron llegar al recinto a causa de una relación trabada con la oposición. No solo falta tratar este proyecto que tanto pujaron los diputados Leo Grosso, Paula Penacca y Hugo Yasky. También está el proyecto que presenté de crianza con ternura y buen trato para dar la batalla cultural contra la violencia naturalizada contra nuestros pibes que se exacerba en las fuerzas de seguridad. También presenté el proyecto de Reconocimiento a las Respuestas Comunitarias que busca la puesta en valor de las organizaciones comunitarias a través de un Instituto Nacional, porque la organización comunitaria no está definida en nuestro plexo normativo. Hay muchos temas que faltan tratar, pero lamentablemente la caracterización que tenemos hecha es que la niñez y la adolescencia no están en la agenda pública y eso hace que se retrase el tratamiento de proyectos referidos a ellos. Los proyectos que presenté, que aún están en comisión, van a perder vigencia el año que viene, por eso es importante tener más diputados y diputadas en favor de la niñez y la adolescencia. Hay muchas diputadas de mi bloque que siguen esta agenda con mucho compromiso como Jimena Lopez, Paola Vesvecian y está ingresando con esta agenda Victoria Tolosa Paz. Así que esperamos que estos temas tengan cada vez más lugar.