¿Acaso la vida imita a la literatura? En este caso la respuesta sería afirmativa, ya que la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, parece escapada de una distopía poco imaginativa y repleta de lugares comunes.
Lo cierto es que las tomas simultáneas de (hasta ahora) unos 11 colegios secundarios dejaron al desnudo las disfunciones de su gestión, al menos en lo que a la enseñanza media se refiere. A saber: sub-ejecuciones presupuestarias (con el desvío de fondos hacia gastos publicitarios); falta de mantenimiento edilicio (con derrumbes parciales en establecimientos); pasantías obligatorias para alumnos de quinto año (lavar platos, servir café y preparar sánguches) y el reparto de viandas no aptas para el consumo humano, entre muchas otras trapisondas y arbitrariedades.
La ministra Soledad Acuña parece escapada de una distopía poco imaginativa y repleta de lugares comunes.
En estos días también corrieron ríos de tinta sobre el reflejo dictatorial de aquella mujer ante las medidas de fuerza del estudiantado, consistente en echar querosén al fuego mediante la criminalización del conflicto. De manera que la Policía de la Ciudad pasó a ser la guardiana y ejecutora de la “seguridad educativa” a través de “aprietes” a los pibes y sus padres.
Conviene, pues, reparar en este personaje.
El amor vence al odio
El siguiente diálogo fue oído por Radio Continental en diciembre de 2018:
– ¿Usted dio clases alguna vez en aula?
– Jamás. Yo no soy docente –admitió la ministra, con un dejo de pudor.
– Se nota que no da clases. Solamente alguien que no es docente puede decir esto que usted dice.
– ¡Pero yo recorro escuelas todos los días! –replicó ella, ya sin pudor.
– Parece que no lo hiciera –fue el remate del entrevistador.
Este no era Domingo Faustino Sarmiento sino Nelson Castro. Pero hasta él trataba a esa mujer –la funcionaria estrella de Horacio Rodríguez Larreta– de insensible e ignorante al referirse a una de sus gestas: el cierre, por aquellos días, de 14 escuelas comerciales nocturnas.
El episodio es una muestra palmaria de la imagen que supo cosechar la susodicha en base a una gestión signada a fuego por dos premisas: punitivismo y vaciamiento pedagógico. Y que lleva adelante con la obstinación de quien le tomó el gustito al mal.
Pero vayamos a sus orígenes.
Quiso la Divina Providencia que ella naciera el 23 de marzo de 1975 en Bariloche, fruto de la unión marital entre un policía y un ama de casa. Por ese entonces, la máxima autoridad educativa del país era el ministro Oscar Ivanissevich, un médico fascista cuya designación había sido impuesta por José López Rega para desatar una oleada persecutoria sobre estudiantes y docentes de todos los niveles. Un capricho del calendario.
El Instituto Primo Capraro era administrado por un hombre del cual la exalumna –así como aún hoy confiesa entre sus íntimos– guarda un excelente recuerdo: el criminal de guerra nazi Erich Priebke.
De modo que al finalizar la última dictadura –que resumió su estrategia pedagógica en un cuadernillo titulado Subversión en el ámbito educativo– ella ya cursaba allí el tercer grado del ciclo primario en el Instituto Primo Capraro, donde también atravesó la enseñanza media, egresando a fines de 1992 con el título de Bachiller en Gestión Empresarial.
Quiso también la Divina Providencia que aquel establecimiento fuera administrado por un hombre del cual la exalumna –así como aún hoy confiesa entre sus íntimos– guarda un excelente recuerdo: el criminal de guerra nazi Erich Priebke. Cosas de la vida.
Dicho sea de paso, el ya mencionado cuadernillo educativo del régimen castrense tiene una aterradora similitud con el Protocolo Anti-toma que ella puso en circulación a fines de 2018.
El gran salto de su carrera se remonta al 9 de diciembre de 2015, cuando juró como ministra en la Usina del Arte, bajo el tenue vitoreo de un puñado de adláteres. Aquella mañana, Diego Kravetz también asumió como secretario de Seguridad del Municipio de Lanús. Por aquel entonces ambos recomponían su matrimonio, tras un momentáneo distanciamiento.
No se puede decir que el de ellos haya sido un amor sin barreras. Porque ese tipo de mirada huidiza y dentadura de roedor era visto con recelo hasta en las filas del PRO. Eso lo supo la propia Acuña, quien en 2011 vio naufragar su sueño de conducir el Ministerio de Desarrollo Social porteño, justamente por su vínculo sentimental con Kravetz. Ni Mauricio Macri tenía buena impresión de su persona, y pese a que desde su alianza electoral con Jorge Telerman ya jugaba a favor del heredero de don Franco. Tanto es así que, en 2008, cuando intentaba perfilarse como referente del Frente para la Victoria (FpV), Néstor Kirchner fue tajante: “Ojo con Kravetz, que labura más para Macri que para nosotros”. No se equivocaba.

Es necesario consignar que, a fines de 2015, la transición institucional que posibilitó el brinco de Kravetz a Lanús y la designación de Acuña en el gabinete de Rodríguez Larreta coincidió con una etapa floreciente para ellos en términos económicos. Por lo pronto, a principios de 2016 escrituraron un lujoso departamento en el edificio de la calle Cabello al 3300, en Barrio Parque. A su vez, ella acababa de adquirir el 50 por ciento de otra propiedad en el barrio de Núñez. Y en el transcurso de aquel año, con su marido también adquirió una cochera y un terreno de 900 metros cuadrados en el Conourbano.
Es que entre las virtudes de Kravetz brillaba su faceta de emprendedor. Al respecto es necesario remontarse al 4 de noviembre de aquel año, cuando Néstor Grindetti –ya intendente electo de Lanús– anunció la designación del marido de Soledad en su equipo. A la semana, el Ministerio de Hacienda de la Ciudad –todavía en manos de Grindetti– hizo un pago de 896 mil pesos a la ignota consultora Signica SRL por un supuesto estudio sobre “satisfacción de contribuyentes”. Y el viernes 20 efectuó otro pago de 972 mil pesos a dicha empresa, esta vez por un presunto estudio sobre “satisfacción de proveedores”.
El titular de Signica SRL no era otro que Kravetz, además de haber sido el gran recaudador de Grindetti en su campaña electoral.
El esposo de Soledad llegó así a su cargo en el sur bonaerense.
La asombrosa movilidad social del matrimonio Kravetz-Acuña, junto al papel que le cupo a Grindetti en el asunto, les valió al trío una denuncia penal por asociación y enriquecimiento ilícito, negociaciones incompatibles con la función pública y lavado de dinero. Pero la correlación de fuerzas judiciales en aquella época –era el invierno de 2018– no era favorable en el edificio de Comodoro Py para una causa de esta clase, por lo que el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi terminó por archivar las actuaciones casi sin leerlas. Puro instinto de supervivencia.
Desde luego que aquellos avatares no frenaron sus carreras políticas.
La asombrosa movilidad social del matrimonio Kravetz-Acuña, junto al papel que le cupo a Grindetti en el asunto, les valió al trío una denuncia penal por asociación y enriquecimiento ilícito.
Tres años después, ya bajo la cuarentena, el semanario Gente publicó un artículo para exhibir el rostro humano de esta mujer al presentar a su segundo hijo, nacido días antes. “Ser mamá en este momento reforzó mi compromiso con la educación del futuro”, asegura en el primer párrafo.
En aquellas páginas también aparece su marido. “Es un papá baboso”, lo describe Soledad, chorreando dulzura.
Pero su licencia por maternidad no fue duradera.
A partir de entonces fracasó una y otra vez en sus intentos por el regreso a las clases presenciales en escuelas bajo su órbita durante la expansión del virus, aunque sus desacuerdos al respecto con su par nacional, Nicolás Trotta, le otorgaron cierta gravitación en la agenda de los medios.
Paralelamente, Kravetz solía mostrarse ante las cámaras televisivas con droga incautada durante algunos allanamientos en su jurisdicción.
Se podría decir que ese sujeto es también un conspicuo benefactor de la niñez, entre cuyos hitos se destaca el furioso ataque policial que encabezó en el comedor infantil Los Cartoneritos, de Villa Caraza, y la infame extorsión a un pibito de 11 años para que confiese crímenes imaginarios en el programa de Jorge Lanata. Una hermosura de persona. Claro que la buena de Soledad no le iba a la zaga.



La pedagogía de los bastones largos
Los logros ministeriales de “Sole” –así es como le gusta ser llamada– no fueron escasos. Primero, ella no vaciló en exhibirse intransigente en la austeridad de sus ofrecimientos para las tratativas paritarias. También le puso garra a la UniCABA, su iniciativa de crear una universidad ad hoc y el cierre de los 29 institutos de formación docente. Asimismo supo descollar con otra bufonada: la “Secundaria del Futuro”, un engendro pedagógico cuyo carácter espantoso ya se desliza en su enunciado: “Formar al ciudadano del siglo XXI, talentoso, emprendedor, creativo, cooperativo y adaptable”. Una bella frase para resumir la anulación de los contenidos curriculares del quinto año y su reemplazo por las ya mencionadas prácticas laborales no remuneradas en empresas.
Esta cuestión en particular ocurrió en septiembre de 2017. La respuesta de los estudiantes fue la toma simultánea de 30 colegios. La ministra entonces tuvo la ocurrencia de esgrimir su famoso protocolo, que exigía a los rectores denunciar ante la Justicia porteña tales ocupaciones, bulliciosas pero pacíficas.
Acuña supo descollar con otra bufonada: la “Secundaria del Futuro”, un engendro pedagógico cuyo carácter espantoso ya se desliza en su enunciado: “Formar al ciudadano del siglo XXI, talentoso, emprendedor”.
Madre ejemplar, una vez supo horrorizarse al ver ante la escuela de su hijo un pasacalle con su nombre y un reclamo gremial. Entonces difundió un texto de su cuño en uno de cuyos párrafos señalaba: “Argentina ha entrado en los últimos meses en una nueva etapa, donde el autoritarismo y la persecución le han dado paso al diálogo, al consenso y en el caso de que haya disenso, este se exprese en la mesa de diálogo permanente que llevamos adelante con los representantes docentes de nuestra Ciudad”. Sabias palabras.
Un ejemplo de esta idílica etapa ha sido el ataque policial del 9 de abril de 2017 a los maestros que armaban la Escuela Itinerante en la Plaza de los dos Congresos. Tal incidente coincidió con una campaña represiva en todo el país hacia los estudiantes, y que en los colegios porteños supo expresarse con hostigamientos, intimidaciones y virulentos embates. Una escalada con escaso “gradualismo”; solo en el lapso de sus cuatro semanas iniciales se registraron los siguientes episodios: la “visita” –el 20 de abril– de seis policías con armas largas a la Escuela Normal “Mariano Acosta”, del barrio Balvanera, mientras los alumnos hacían una clase pública; el ingreso de efectivos también armados –el 21 de abril– a la Escuela Técnica Nº 27, del barrio Monte Castro, durante una asamblea; la incursión –el 16 de mayo– de una patota policial al Colegio Nº 3 “Mariano Moreno”, del barrio de Almagro, para disolver una sentada de los alumnos. Y –el 19 de mayo– la amenazante identificación en la esquina de Córdoba y Callao de dos estudiantes de 13 años que acababan de salir de la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini”, dependiente de la UBA. Al respecto, no se puede decir que hubo un “Estado ausente”.
Un ejemplo de esta idílica etapa ha sido el ataque policial del 9 de abril de 2017 a los maestros que armaban la Escuela Itinerante en la Plaza de los dos Congresos.
En resumen, el 15 de septiembre la jueza de la Ciudad Elena Liberatori no dudó en abortar el protocolo penal ante las tomas.
Aquel día –en vísperas de otro aniversario de la Noche de los Lápices– los estudiantes marchaban hacia el Ministerio de Educación porteño. En esos momentos, su titular, muy ofuscada por el revés tribunalicio, se prestaba a una entrevista telefónica para radio La Red, donde soltó: “Hay adultos que, de forma absolutamente inescrupulosa, están haciendo política electoral adentro de las escuelas e incentivando a los chicos”
En aquella transmisión radial se filtraba desde la calle un ensordecedor estribillo: “¡Estudiantes, unidos adelante!”.
En definitiva, casi un lustro después, la historia vuelve a repetirse, pero –a diferencia de lo que Marx vaticinaba– no en forma de farsa.