Presentación de “…por otros medios. De Clausewitz a Guevara: guerra, revolución y política, en la tradición del pensamiento marxista”, de Amanda Peralta (Caterva 2022).
A modo de instrucción. Me voy a valer de fotos imaginarias de un álbum que tiene parte de la historia que vive por debajo de las páginas del libro en cuestión.
La primera foto muestra a Amanda Peralta rindiendo su tesis en la Universidad de Gotemburgo. La tapa de su trabajo tiene el mismo nombre del libro que ahora estamos presentando: …por otros medios, que sigue un itinerario de va De Clausewitz a Guevara: guerra, revolución y política, en la tradición del pensamiento marxista. Ella, nacida en Buenos Aires, habla en sueco. Se detiene en Clausewitz y su teoría de la guerra como continuidad de la política y en cómo ese pensamiento ingresa en el marxismo, desde Marx al Che y de allí a nuestras organizaciones armadas.
Segunda foto imaginaria: Amanda Peralta, la Negra, vestida de fajina, con un fusil en la mano, junto a otros pocos compañeros, que los medios utilizan para informar sobre el descubrimiento de un campamento guerrillero en Taco Ralo, en la provincia de Tucumán en 1968 y la detención de sus integrantes. Se ve una bandera argentina que tiene escrita en pintura negra: Fuerzas Armadas Peronista. Se destaca que es la primera mujer que sube al monte para hacer una revolución.

Tercera foto imaginaria: El rostro de Amanda Peralta, con un cartel “Buscada”, que da cuenta de su fuga de la Cárcel del Buen Pastor, en Buenos Aires, en un operativo del que participan varias organizaciones armadas.
Cuarta foto: Una foto compuesta. En una mitad, la Amanda joven, en ropa de fajina. En la otra, muy elegante, recibiendo su diploma de doctora en la Universidad de Gotemburgo en Suecia. La foto de la política por otros medios, léase: guerra, y la foto de la guerra como fin de la política.
En el álbum hay dos tarjetas, escritas a mano, con letras grandes y tinta que cierran su primer tomo. En una dice: “Amanda revisa, desmenuza y pondera las teorías que habitaron su praxis”. Firma: el editor responsable de que podamos tener acceso a un libro, que su primera versión en sueco data de 1990. La segunda está firmada por Sven-Erik Liedman, que dice “no es sólo un libro tan original como brillante, sino también una crítica conmovedora de la tradición a la que ella misma pertenecía”.
Hecha esta presentación, vamos a lo nuestro que es presentar el libro. Debo decir para comenzar dos cosas. La primera hace referencia a la prehistoria del texto que nos ocupa. La primera es que los balbuceos iniciales en la crítica a la militarización de la revolución tuvieron en la cárcel, por procesos separados, por procesos paralelos, que se da en el grupo de presos que venían de Taco Ralo, que van a concluir en la propuesta de la “Alternativa Independiente” y por otro, en el primer grupo de presos Montoneros como consecuencia de la toma de La Calera, que va a concluir en el llamado Documento Verde, que significará nuestra separación de la organización en 1972. Es sobre esos balbuceos, sobre los que trabaja Amanda para darle, mucho tiempo después, un enfoque teórico a través del análisis de Clausewitz, pasando por Marx y Engels, Lenin, Mao, Martí, Fidel y el Che.
La segunda es decir desde el principio, que las críticas, en algunos casos duras, no son a personas sino a pensamientos y prácticas políticas, que incluyen nuestros propios errores. Y que después de la derrota, más allá de las diferencias y enconos, los siento a todos, sin excepción como compañeros.
El libro es puntilloso y abarcador. De Clausewitz a Guevara: guerra, revolución y política en la tradición del pensamiento marxista. Es parte del título y el sendero que recorre. Yo, me voy a detener, en un tema, que nos toca muy de cerca en nuestro itinerario militante, que está presente, de manera intensa, diría determinante, en nuestra opción por la revolución, en nuestro desarrollo político y en nuestros balbuceos críticos. Me refiero sí a la revolución cubana y a su proyección latinoamericana. Quizás sea necesario aclarar que el tema, a través del transcurso de los años, llega a tener dos dimensiones, que se suceden. Por un lado, el modelo cubano como camino a la revolución y por otro, que va mucho más lejos y que es la discusión ética y política sobre la relación entre violencia y revolución. Tema que no voy a tratar ahora y que si es de interés y vaya si lo es, los remito a un gran debate, que quedó publicado la revista La Intemperie que dirigíamos con Sergio Schmucler, Emanuel Rodríguez y Cecilia Pernasetti, que luego se convierte en el libro No Matar, publicado por la Facultad de Filosofía de la UNC. A él los remito.
En cuanto al foquismo y la militarización de la política y de la revolución, lo he pensado, una y otra vez, desde la soledad y desde el análisis compartido con los compañeros; lo he escrito en el Documento Verde, la primera crítica a Montoneros, desde Montoneros, desde la cárcel, en una elaboración colectiva y lo he repetido en todos y en cada uno de mis libros, de distintas maneras, pero como una obsesión al identificar a ese militarismo subyacente, como una de las causas de nuestra derrota. Me refiero a la tesis del foquismo, que conlleva necesariamente a una “militarización” creciente que, lamentablemente, se comió a la política y que Amanda le dedica la última parte de su tesis militante, no como una novedad, sino como una profundización teórica, desde la historia, desde la política, desde la praxis.
Comencemos por el anverso. La revolución cubana, como proceso, no comienza el día que un grupo de militantes se sube al Granma, llegan a la playa y se internan en Sierra Maestra. Es una larga lucha de enfrentamiento con el dominio estadounidense, que siempre tuvo interés en anexarla. Amanda se mete en esa historia, se remite a la colonia, pasa por la Guerra de los 10 años, liderada por Carlos Céspedes, por los textos de Martí, por el papel de Fidel como líder estudiantil y la lucha contra el dictador Fulgencio Batista, que tiene un hecho fundamental como es el intento de asalto al Moncada. Derrota militar, más no política. Allí nace el Movimiento 26 de julio. Es el tiempo del famoso discurso de Fidel que se conocerá como “La Historia me absolverá”. Hago solo estas pocas menciones, como para subrayar que la llegada a la Sierra Maestra, en 1953, está precedida de una lucha, en la que destacan figuras como Frank Pais y que Fidel no es un desconocido. Historia que en verdad se conoce poco, que está retaceada en la historia posterior con eje en el método del foco.

Ahora bien, más allá de la repercusión periodística, rescatando el heroísmo, el romanticismo de Sierra Maestra, la difusión política hacia afuera de Cuba se produce cuando comienza, en la década de los ‘60, tras la victoria, a convertir la lucha antidictatorial original en un proyecto de construcción socialista y que su consolidación la transforma en un modelo estratégico a seguir en todo el continente americano. Amanda lo precisa.
Fue el tiempo en que surgieron grupos guerrilleros en casi toda América Latina, atraídos por aquella mística heroica. La lista es larga. Es cuando surgen en nuestro país experiencias que van desde el EGP, en la montaña selvática de Salta; las FAP con su intentona en Taco Ralo, allí en Tucumán; luego, el ERP, los Montoneros, las FAR, con distintas variante político-ideológicas, pero tras el modelo de construcción cubano.
En su libro, Amanda contrasta aquellas experiencias de los años ‘60 y ‘70, con su potencialidad revolucionaria, su heroísmo, su pasión, con una nueva realidad: tanto en América Latina como aquí en nuestro país, ese camino de la lucha armada, según el modelo cubano, desde hace años, ha quedado cerrado para las ansias revolucionarias. Situación que para Amanda obliga a formularse la pregunta sobre qué pasó, cuáles fueron las causas de esas derrotas evidentes, que nos costó tantas vidas.
“La lucha armada como método para lograr un cambio político y social radical ha perdido fuerza y reputación, el argumento político e ideológico de los que llamamos la lucha revolucionaria se ha vuelto contradictorio y mucho menos creíble que antes”, escribe Amanda en su prólogo para la segunda edición de su tesis hecha libro, escrita en 2005. El anverso está planteado.
Ahora veamos el reverso de ese aporte de la revolución cubana al despertar revolucionario de toda una generación que ofrendó su sangre, mucha sangre, en una lucha desigual.
La revolución cubana, no sólo obró como acicate, para emprender el camino revolucionario sino –como piensa Amanda- se convirtió en un modelo único, en un “modelo de lo que sucederá –y debía suceder, subraya- en el resto de América Latina”. La táctica y la estrategia de Cuba se convierte –dice Amanda- en guía y fuente de inspiración muy directa para el modo de encarar la revolución. Es después del triunfo y consolidación de la revolución cuando ese modelo triunfante en Cuba, se convierte en ideología y se trata de exportar a todo el continente, sustentada nada menos con un grande como el propio Che, en su texto Guerra de Guerrillas, un método, y por el francés Regis Debray con su ¿Revolución en la revolución?, que se convierte rápidamente en el libro de cabecera de los jóvenes que nos acercábamos al proceso revolucionario. Y que incluso, en el último intento del Che en Bolivia, sigue siendo el catecismo de la acción revolucionaria.
Lamentablemente no se tenían en cuenta las realidades propias de cada país. Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, por ejemplo, poco tienen que ver con la realidad de los países centroamericanos. Las formas en que el imperialismo ejerce el poder es distinta, la historia particular de los países es distinta. No voy a entrar en detalle porque el libro lo desarrolla, en profundidad, distinguiendo entre estructuras coloniales y semicoloniales, los niveles de desarrollo, la existencia o no de movimientos obreros fuertes.
En nuestro Documento Verde, terminado de escribir en 1972, en un momento de auge montonero en nuestro país, afirmábamos que “la ideologización de la lucha armada, según el modelo cubano, nos convencía que bastaba el mero voluntarismo de un pequeño grupo de iniciados, mientras dejábamos a la clase trabajadora en su dispersa multitud, en un inorgánica cohesión, en manos de direcciones reformistas y claudicantes. Teóricamente teníamos vocación de masas, pero en la práctica política no aspirábamos a un movimiento de masas en que la salida revolucionaria fuera la consecuencia lógica y la dirección revolucionaria se convirtiera en la única posible”, como soñaba Cooke. Un Cooke foquista sí, pero con un análisis profundo del peronismo sobre el que se debía actuar.
La preocupación central más que política era militar. Lo principal era la conformación del foco, entendido como un grupo pequeño de militantes, jugados al todo o nada, que debía elegir lugares adecuados, desde donde comenzar a actuar, según recuerda Amanda de lo que plantea el Che en Guerra de Guerrillas: un método. Era preciso buscar la Sierra Maestra propia para desde allí iniciar la lucha de liberación, como lo hizo el propio Che en sus dos experiencias fracasadas en Salta y en Bolivia, donde el campesinado es su sujeto político.
Nosotros lo advertíamos en el Documento Verde: “La lucha armada, su identificación con el foco, era la ideología determinante, que se daba en conjunto con esa mística heroica, con ese carácter voluntarista que la impregnaba. La tarea política era menos apreciada en la práctica, Se la consideraba únicamente como auxiliar de la guerrilla, como eventual proveedora de cuadros militares. Lo político vendría luego, una vez instalado y consolidado el foco”. De la misma manera, se presentaba un desdén por lo teórico, que se consideraba diletante de la acción y una puerta abierta a las posibilidades divisionista. La única teoría valida era el fusil.

John William Cooke, a quien reivindico desde su mirada política en mi libro reciente (El hecho maldito del país burgués), no escapa como todos nosotros de la influencia original cubana y adhiere abiertamente a la teoría foquista. Recurro a él para resumir el planteo de Amanda:
· Todo el esfuerzo de las organizaciones revolucionarias debe ser para la guerra.
· Toda la guerra se apoya y tiene como eje el frente guerrillero.
· La guerrilla detona la resistencia en las ciudades y moviliza a las masas.
· La lucha en las ciudades, sin negar la indudable importancia que tiene en países como el nuestro, debe responder a la estrategia de la guerrilla y a sus necesidades de crecimiento,
· Todas las formas de lucha debe estar en manos de la dirección combatiente.
A su vez, Amanda cita al propio Che. Cuando en La Guerra de guerrillas, afirma: 1) que se puede ganar una guerra contra el ejército; 2) no siempre es necesario esperar hasta que se cumplan todas las condiciones previas para la revolución: el foco insurgente puede crearlas.
La conclusión de Amanda es que no hay una receta única, que cada realidad tiene características propias e incluso si el militarismo como factor preponderante conduce realmente a una revolución, a una transformación.
La fuerza de la realidad hace que en ciertas zonas, a partir de los Tupas y las organizaciones en Argentina trasladen el foco a las ciudades, que el modelo lo situaba en la realidad campesina. Pero la concepción militarista no se cuestiona. Para el modelo cubano que se sigue, el guerrillero –por ser un problema de seguridad- no podía ser un militante político visible.
Paradojas: Cuando Lealtad y Lucha, nuestro grupo de trabajo político, se une a Montoneros, después de Aramburu y antes de la toma de La Calera, me dan como responsabilidad total y única, la tarea de desarmar toda conexión política del grupo, simulando una crisis interna que había provocado su muerte súbita. Para la “M” la política era una tarea a resolver una vez consolidado el ejército revolucionario. A la organización le bastaba con declararse “brazo armado” de un peronismo, que seguía siendo “invertebrado y miope”. El escueto comunicado de la orga anunciando el secuestro y muerte de Aramburu tiene un modo lacónico de parte militar. En el copamiento de La Calera, logramos colar, una mención a la lucha que esos días estaban llevando los trabajadores de Smata, que no estaba prevista en el texto original.

Pero la historia, a veces, enriquece o empobrece los hechos. Aramburu y La Calera, se convierten en hechos políticos, más que militares. Muchos años después, Horacio González se pregunta: “¿Cuál fue la seca intuición, como fustazo, que llevó a un puñado de muchachos, algunos de ellos no desligados aún de las aulas de los colegios nacionales secundarios, a considerar que ese nombre de Montoneros contenía tantas potencias ocultas, tal como fuerte era su visibilidad al punto que un vino, una yerba, un atado de cigarros podían llamarse igual? Sin duda, como agrega González ese nombre estaba en la historia argentina. Pero, a su vez, el fusilamiento de Aramburu, se asume por los sectores populares como un hecho justiciero e ingresa como un parteagua en la historia argentina en la segunda mitad del siglo XX. Estos dos factores, dados por añadidura, mitigan, disimulan el planteo militarista de Montoneros. Permiten un gran desarrollo de movimientos masivos como la Juventud Peronista, la JTP, los grupos barriales, pero la estrategia foquista sigue presente. Movilización que hace una real eclosión con el retorno de Perón y el inicio del proceso electoral y la primavera camporista. ¿Dónde quedó todo eso?
El golpe militar de 1976, al que la organización a través de un incremento de las acciones guerrilleras, no le disgusta porque le permitía incorporarla a su estrategia inmodificable, la guerra entre dos supuestos ejércitos, dejando a la militancia política a la intemperie y a la organización armada sitiada.
Este es el proceso histórico político al que hace referencia Amanda. Permítanme recurrir a Rodolfo Walsh, cuando señala el militarismo como una causa de la derrota política y militar del foquismo. Crítica a Montoneros, que como aquel Documento Verde al que hemos hecho referencia, se hace desde Montoneros. Rodolfo, militante desde 1972, 1973, con algunas diferencias con nuestro planteo, considera que los errores son siempre políticos. “A nuestro juicio lo principal son las razones políticas”, dice. “Si son correctas, en apenas tres años un puñado de muchachos crecen hasta conducir una organización gigantesca y poderosa. Si son incorrectas, esa misma organización se desinfla y puede desaparecer”.
Para él hasta el 24 de marzo la organización planteaba correctamente la lucha interna por la conducción del peronismo. Después, dice cuando las condiciones eran inmejorables para esa lucha, desistimos de ella y de hacer política, de hablar con todo el mundo… Decidimos que las armas principales del enfrentamiento eran militares…”. La diferencia con nosotros era que siempre, desde los orígenes, el centro del planeo era militar, pero no viene al caso. El hace referencia a un documento de la conducción que es “como una clase de estrategia sobre la mesa de arena y nuestra realidad no tiene nada que ver con ese enfoque. Para hacer política, hay que pensar en términos políticos y expresarlos con sencillez y claridad”.
Un segundo punto de crítica es el triunfalismo, que nosotros advertimos como parte del modelo cubano. “Decidimos el fracaso total de los planes del enemigo. Esto es muy grave, considera. Es la incomprensión de nuestra propia historia, afirma. Las causas de nuestro crecimiento espectacular y nuestra representatividad popular entre 1970 a 1973/76, llegamos a pensar que no obedece a que actuamos correctamente… sino a que nosotros somos geniales, y si somos geniales es accesorio que acertemos o nos equivoquemos. Todo lo que hagamos estará bien”. Se los recomiendo. Hemos caminado kilómetros delante de la realidad. Cuando esto ocurre, dice Rodolfo, “la vanguardia corre el riesgo de convertirse en patrulla perdida”.
Amanda termina su libro afirmando que la actividad y las formas organizativas de la guerra crean nuevas condiciones, nuevos patrones pragmáticos e instrumentalistas de pensamiento y acción, más una visión jerárquica y autoritaria del hombre. De hecho no se puede emprender y ganar una guerra “sin convertirse en militar”, Y recuerda una frase de dos militantes inmensos como lo fue Envar El Kadri, el querido Cacho, y Jorge Rulli, ambos integrantes del aquel Taco Ralo, en Diálogos en el Exilio, publicado en 1984: “Cuando uno llega a pensar así, cuando uno se pone un uniforme y adopta los escalafones y los modelos de organización del enemigo, fundamentalmente se termina siendo el enemigo… El enemigo te ha vencido porque ha logrado transformarte en él”.
En un imaginario juego entre compañeros en el exilio, allá en México, inventé una suerte de trucos y retrucos literarios, que debía dar vuelta sobre un texto de Marechal que decía: “Extranjero soy: llevo mi soledad cogida de la mano / y oigo cantar el tiempo bajo los puentes rotos”. Y uno de esos intentos decía: “Aquí bajos los puentes rotos, desde los tejados grito / no es posible jamás / sentarse / sobre la afilada punta / de las bayonetas / y ahora esta vieja conserja / señores / vale para todos / soldados de la sombra / y presuntos / presuntos soldados de la luz.
Ahora bien, encontré otra cita y ahora sí termino. Es del Negro Portantiero: “El fracaso de los partidos y de los sindicatos como articuladores de hegemonía (claramente visible entre 1973 y 1976), tampoco iba a ser cubierto por el aislacionismo clasista o por la violencia iluminada que trastocaba hasta el vocabulario de la política y que querían resolver con actos y metáforas militares, obviamente dicotómicos, la complicación de una sociedad fragmentada. Ni el clasismo, que nosotros predicábamos, ni la guerrilla podían ser núcleos de agregación social, portadores de hegemonía”.
*El texto fue preparado para la presentación de …por otros medios. De Clausewitz a Guevara: guerra, revolución y política, en la tradición del pensamiento marxista”, de Amanda Peralta (Caterva 2022), realizada en noviembre de 2022 en el Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba. Es el intento, a partir del libro, de un diálogo militante que no cesa en la interrogación sobre el provenir.