Para repensar las prácticas periodísticas desde una perspectiva de género debemos abordar al menos 3 estructuras básicas sobre el tratamiento de las noticias en general y las referidas a mujeres y disidencias en particular: Qué lenguaje y qué imágenes se utilizan, qué agenda y qué fuentes. Como sabemos, las fuentes utilizadas refuerzan la voz de la noticia, pero la voz de quién, ¿quiénes son los que hablan?
La mayoría de los medios de comunicación hegemónicos no manejan agendas de género, si no que abordan, y aun con serias deficiencias, la inacabable agenda de femicidios. En Argentina, una mujer muere cada 26 horas.
No hay en los medios hegemónicos agendas pensadas para visibilizar las variadas problemáticas de mujeres y disidencias. Para comprobar esto, solo hace falta simplemente ojear las tapas de portales y diarios impresos o mirar los noticieros centrales de la TV. No hay secciones abocadas al tema y menos aún hay una perspectiva de género que atraviese todo el contenido.
En Argentina, la perspectiva de género aún no está incorporada ni institucionalizada en los medios de comunicación, los medios aún continúan reproduciendo esquemas sexistas que discriminan, heterosexualizan, estereotipan, invisibilizan y estigmatizan. Es cierto que en la actualidad existen las editoras de género. Sin embargo, ¿todos los medios las incorporaron?, ¿con qué estatus quo deben enfrentarse estas editoras?, ¿se puede respetar la perspectiva de género en un medio si no se respetan los derechos humanos y la premisa de la igualdad de derechos?

Sin dudas, la desigualdad de género es interseccional.
En nuestro país, de los medios Tradicionales solo Télam, Infobae, TN, Canal 13, Perfil, Clarín, El Tribuno, Diario Río Negro y Cba24 tienen editoras de género. Cabe aclarar que hablamos de medios hegemónicos, respecto a los medios alternativos, comunitarios, populares el tema requiere de otro análisis.
Hace unas semanas, hubo dos noticias sobre dos mujeres, Stefanía Desirée Purita Díaz y Antonella Belén Delmonte, de 18 y 24 años respectivamente que fueron vacunadas contra el Covid-19 salteándose el turno y habiendo mentido en la declaración jurada. Sin dudas, la actitud merece la crítica, la condena social, como respuesta por haber falseado datos para acceder a una vacuna en medio de una pandemia sin siquiera ser población de riesgo. Y en un contexto en el cual aún quedan trabajadoras/es esenciales y población de riesgo sin vacunar.
Además, saltearse el turno para acceder a la vacunación ha sido calificado tajantemente de inmoral en los medios de comunicación y en la opinión pública.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando los medios de comunicación arrastran esa construcción de sentido sobre lo inmoral hacia el plano de la vida privada de las mujeres?
Cuando los medios de comunicación abordan la noticia haciendo eje en el aspecto físico, en la vestimenta y en los boliches que frecuenta la mujer, cuando la noticia hace eje en la especulación sobre cómo esa mujer accedió a sus logros profesionales adjudicándolos a favores sexuales, entonces, la noticia solo busca atacar la condición de mujer según los parámetros y los prejuicios patriarcales del medio y no el delito cometido. Y entonces, lo inmoral ya no es lo público, sino lo privado.

La fotografía siempre denota -lo que es visible y literal en la foto- y connota -lo que significa y lo que dialoga con lo cultural. Basta con mirar la construcción de sentido, no solo desde el texto, sino desde la fotografía en la nota de Infobae para visibilizar el sexismo, el estereotipo y la estigmatización.

Otro ejemplo, es el titular de TN o el texto de la nota de Clarín publicada el 13 de abril sobre el caso Delmonte en la que también hace un repaso por el caso Purita Diaz. Allí, como en muchos de los titulares de los medios sobre la noticia, llama la atención como la Jefa de Gabinete de Avellaneda, Magdalena Sierra, no es destacada por su cargo. Sierra ocupa una función que explicaría, sin dudas, el despido de Purita Diaz. Sin embargo, Sierra es destacada como “la expareja de”.
Esto incurre en la invisibilización de las funciones de la Jefa de Gabinete, y deja a los méritos de la funcionaria solo supeditados a ser “la esposa del exintendente” y actual ministro. Pero, además, ¿hay una intención de introyectar la idea de que la que despidió fue una esposa y no una jefa de gabinete?

Este abordaje misógino de la información además de socavar derechos, corre el eje de la información. El “delito” de la inmoralidad por saltearse el turno de la vacunación en medio de un pandemia tan merecedor de repudio social es igualado con el vestir ropa ajustada ir a boliches o “tener un buen culito” en palabra de Jorge Lanata.
Esto determina que, una vez más, lo que se juzga es la condición en cuanto a un estereotipo de mujer (los estereotipos también se repiten con las disidencias). No importa si es en el ámbito público o privado, no importa el hecho inmoral en sí mismo, sino que es la misma vara impuesta durante siglos la que atraviesa, juzga e iguala lo inmoral con un estereotipo que, a la vez, es un estereotipo impuesto por el mismo patriarcado que luego lo juzga. El círculo vicioso de la misoginia.
Otro párrafo aparte merece el debate que puso al aire TN entre Jorge Lanata y la editora de género del canal, tras los misóginos y violentos dichos del periodista sobre una de las mujeres que había recibido la vacuna. “Si la ves de atrás, tiene un lindo culito”, le comentó Lanata con total impunidad a Nicolás Wiñazki, quien respondió con carcajadas y festejos, mientras la periodista Carolina Amoros miraba a cámara incómoda, estática, presa del silencio que los dos operadores políticos le imponían con semejante misoginia en el prime time.
Mariana Abiuso, editora de género de TN, dio un debate al aire tratando de demostrar que el canal había ingresado al siglo XXI, sin embargo, tuvo que moverse en terreno muy empantanado. Lanata es unos de los operadores políticos más importantes del grupo Clarín. A Lanata en el grupo Clarín no se lo cuestiona.
La editora, políticamente correcta, trató de ser escuchada y de argumentar ante un Lanata desbocado, fortalecido por el impacto público de su misoginia, que respondía con más comentarios misóginos y con el “argumento” de la “libertad de expresión”.
Sin dudas, la presencia de editoras de género en los medios de comunicación hegemónicos, aunque aún son pocas, es una gran conquista y avance de la lucha que llevaron adelante los feminismos. Sin embargo, para seguir avanzando en la conquista de derechos y la construcción de medios con perspectiva de género, democráticos e igualitarios debemos reflexionar y plantearnos algunos interrogantes.
¿Es posible un medio de comunicación que respete la igualdad de derechos de mujeres y disidencias cuando ese mismo medio solo aboga por los derechos de los poderes concentrados, de los más ricos y poderosos?
*Publicado en Piedra Libre Comunicación.