Gabo Ferro falleció el jueves pasado en Buenos Aires, a los 54 años, dejando una obra artística que exhibe sus indómitas búsquedas y que, en el terreno estrictamente musical, regaló nuevas posibilidades para la canción como género.
Pero además de ese fenomenal aporte autoral e interpretativo, Gabriel Fernando Ferro, tal el nombre con el que nació el 6 de noviembre de 1965 en el barrio porteño de Mataderos, fue historiador, narrador, dramaturgo y docente, todas facetas que abrazó con hondura y pasión.
Ferro irrumpió en la música como fundador y cantante de la banda de hardcore Porco que marcó huella en el under de la ciudad de Buenos Aires entre 1992 y 1998, con distintas formaciones.

Tras la disolución del grupo, se recibió de historiador y en 2005 volvió a bateas con su primer álbum solista, “Canciones que un hombre no debería cantar” y el pulso de ese gesto inaugural en la canción marcó el tono de un repertorio notable que regó otros 11 discos (el último de ellos “Historias de Pescadores y Ladrones de la Pampa Argentina”, junto a Sergio Ch.).
En esos 13 años, a guitarra, poesía y voz supo como pocos artistas operar sobre las palabras y los sonidos para construir un discurso capaz de romper toda casilla y ser, a un mismo tiempo, bello, incómodo, subyugante, hermético, hondo y explícito.
En materia literaria y ensayística figuran el poemario “Recetario panorámico elemental fantástico & neumático” y los ensayos “Barbarie y Civilización. Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas” y “Degenerados, anormales y delincuentes. Gestos entre ciencia, política y representaciones en el caso argentino”, además de “200 años de monstruos y maravillas argentinas”.

En su faceta interpretativa más allá del rock y la canción, participó junto a Haydée Schvartz en la puesta de “Four Walls”, de John Cage, para el Centro de Experimentación del Teatro Colón, protagonizó la ópera “Ese grito es todavía un grito de amor”, sobre textos de Roland Barthes con música y libreto de Gabriel Valverde, dirección musical de Juan Carlos Tolosa y regie de Rubén Szuchmacher, y junto a Emilio García Wehbi “Artaud: lengua madre”
También en clave performática protagonizó “Diabólico. La partitura y el mapa” compuesta junto con Pablo Lugones, “Derivas de La Tempestad” y la ópera contemporánea “El astrólogo”, con música y libreto de Abel Gilbert y dirección de Walter Jakob.
En 2015, mereció el Premio Konex como una de las cinco mejores figuras de la década 2005-2015 en la disciplina Canción de Autor y en abril del año pasado fue reconocido como Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

A continuación, y a manera de homenaje, Contraeditorial publica un extracto de uno de los ensayos de Gabo Ferro, “Degenerados, anormales y delincuentes”, de la Colección Pasado Imperfecto de Editorial Marea:
Durante la segunda mitad del siglo XIX, y avivada por la edición del tratado de las degeneraciones de Auguste Morel, los trabajos de Charles Darwin, y más tarde los de Cesare Lombroso, Jacques Magnan y Max Nordau, la cuestión de la degeneración se expande por Europa hasta difundirse fuera de sus propias fronteras disciplinarias.
A pesar de que el concepto Degeneración no pudo definirse entonces de manera contundente, este podría señalarse como un tránsito del hombre la mujer y el niño hacia lo in-humano, como la traslación desde un estado original íntegro, higiénico, moral, limpio y saludable hacia una condición subsumida a su corrupción, o como la manifestación de ciertos signos de una irreversible herencia genética por fin manifiesta.
Este dispositivo teórico-médico ha resultado una cuestión con una importante circulación dentro del proyecto de organización y consolidación del Estado argentino en el campo médico, político, legal y pedagógico, y por su medio, se revela una confusa -pero a la vez positivo y poderosa- lucha epistemológica que deviene medular a las nociones de imaginación y creación de las identidades en naciones con cuerpos sociales heterogéneos como este país.
Ya desde los tiempos maduros del gobierno de Juan Manuel de Rosas la tensión entre Civilización y Barbarie es el espacio definitivo en el cual se discute el futuro de esta parte de América. La “civilización”, asociada con el liberalismo económico, la ciencia, el orden y el progreso serán el norte del proyecto de república de aquellos que comienzan a darle forma real con la redacción de la Constitución Nacional, la sanción de los códigos legales, la formación del ejército nacional, el fomento de la inmigración y su llegada masiva.
La dirigencia político-intelectual posee frente a estos cambios vertiginosos elementos y tecnologías de análisis no disponibles por otros estados frente a fenómenos semejantes; una nueva grilla para identificar y definir a los no civilizados por medio de estadísticas médicas para medicalizar la barbarie hecha carne entre las aberraciones físicas, morales, mentales, criminales y lingüísticas, engendros definidos con las categorías de la degeneración: delincuentes, criminales natos, sádicos, tatuados, masoquistas, fetichistas, invertidos, homosexuales, simuladores, mendigos, locos, alienados, idiotas, imbéciles, inmorales, empollerados, alcoholistas, sifilíticos, pederastas pasivos, tuberculosos, masturbadores, uranistas, neuróticos, morfinistas, invertidos, fumadores de opio y de incienso, alcanforistas, andróginos, asesinos seriales, jugadores compulsivos, cazafortunas y suicidas.
Considerada como una realidad socio-biológica, la degeneración resultará entonces el efecto colateral más costoso que deberá costear una sociedad por ser civilizada.
En el campo de la educación formal universitaria, la dinámica en las asignaturas de la carrera de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, la discusión, apropiación y circulación -si bien mediado y segado- del material bibliográfico nuevo y tradicional de las materias, la edición de manuales de estudio de parte del centro de estudiantes y el número creciente de egresados y tesis presentadas demuestran la intención de una comunidad universitaria activa por ofrecer una educación y una práctica en consonancia con sus propios tiempos.
Las asignaturas de grado revisadas asocian la degeneración directamente al crimen, al cuerpo físico y psíquico de los sujetos que la portan, a su medio social y a cuestiones generales que trastornan la herencia y la moral normales, asuntos todos que ocupan parte importante de la preocupación de la dirigencia de la Nación argentina y su proyecto de formación de una cultura, una sociedad y una raza locales; originales.
Más allá de asentir o refutar las definiciones o las teorías europeas, los médicos argentinos se las apropian para hacerlas circular con su caso propio para alumbrar al fin -bajo los términos mismos de Morel- la propia familia argentina degenerativa, y engrosar así por su participación activa en el plano internacional, la gran familia degenerativa universal.
Una tesis doctoral en medicina puede definirse -en el período que ocupó esta parte del análisis del ensayo- como un escrito original en el cual un estudiante al fin de graduarse trata profundamente un problema, generalmente contemporáneo, para realizar una doble contribución: aportar al avance de su ciencia y mitigar o anular el problema que lo ha ocupado.
Para ser aprobado, y transformarse el autor de alumno a Doctor en Medicina, este trabajo final se presenta a un tribunal formado por prestigiosos académicos de la universidad. Cuando un gran número de estos titulados participa en la producción, promoción, determinación y realización de los proyectos políticos capitales, y su ciencia es hegemónica, estos trabajos inaugurales devienen herramientas importantes para analizar las ideas en juego y el debate en tiempo real. Sin embargo, estas tesis doctorales han sido usadas como notas de color, extrañamente desconsideradas, o en algunos casos directamente olvidadas al momento de revisar estas cuestiones. Esto respondería a un motivo doble: no solo muchos de estos textos caducaron rápidamente con el vertiginoso avance de la ciencia médica, sino que los escritos posteriores de algunos de estos médicos los han eclipsado para la historia.
Otra ventaja que reporta el presente caso es el considerable período de tiempo en el cual estos individuos se sostienen en los ámbitos de la dirigencia, así sus tesis doctorales pueden aprovecharse como herramientas muy pertinentes para comparar las ideas iniciales de los autores -y la de sus padrinos de tesis- con sus hechos políticos posteriores o la enérgica vigencia de un conflicto, como en este caso, el problema de la degeneración.
A lo largo de estos años revisados, la cuestión ha sido relacionada directa y activamente con el crimen y el criminal ha ocupado un lugar importante en estos textos cuyos autores han devenido con el tiempo en figuras destacadas de la ciencia, la política o ambas.
La intensa producción y tráfico de conceptos sobre la degeneración física y moral y su relación con el crimen no demuestra solamente la fortaleza y duración de la alianza médico-político-legal en perfecta sintonía con el estado de esta cuestión en el mundo. Esto expone además el lugar central que este problema ocupa dentro del debate político para la formación de la ciudadanía y la sociedad pretendidas por los hombres de la elite dirigente, cuya ciencia afirma que toda raza degenerada está condenada a desaparecer. Así los hombres de la ciencia guardiana de la civilización reclaman al Estado su intervención para regenerar, evitar su reproducción, repatriar o exterminar al muy prolífico degenerado de la nación.
Esta convocatoria resulta una acción sensata concebida dentro de un universo científico ordenado por cuestiones médicas, de higiene o eugenésicas, que deben revisarse como engranajes de un sistema mayor: el gran proyecto de formación de una cultura, una sociedad y una raza argentinas.
En tanto, la educación y la escuela se ordenan como dispositivos fundamentales de un sistema mayor destinado a la formación de sujetos masculinos ciudadanos portadores de prácticas y cuerpos civilizados, y de maestras y madres de familia que alumbran individuos útiles para reproducir y perpetuar ese mismo sistema, y por la negativa, a la exclusión de aquellos individuos que interfieran en la concreción de este proyecto.
Por ser ineducables, los degenerados superiores e inferiores serán directamente desatendidos por la escuela -ya que los primeros se autoeducan y de los segundos se ocuparán otras instituciones de la nación: los asilos y las cárceles- y se crearán instituciones de enseñanza especiales para los degenerados medios física y/o pedagógicamente anormales.
Enfocada en su misión la escuela común no descansa. Pesará y medirá con solicitud a sus alumnos con el fin de controlar la normalidad de su población estudiantil y disponer así, para la futura sociedad criolla, una comunidad de adultos capaces de reducir a los Otros inferiores en la lucha por la vida.