El proceso proscriptivo deja al peronismo sin liderazgo carismático. El riesgo es que el campo gravitacional que ejerce Cristina sobre la diversidad peronista haga crisis y las fuerzas que la integran se atomicen en un infinito pase de facturas.
El carisma es el don de atraer y cautivar a una multitud. Un líder o una lideresa carismática es alguien a quien la multitud reconoce talentos extraordinarios; y porque se los reconoce, además le confiere autoridad para la toma de decisiones que luego van a ser avaladas por esa multitud en las plazas y en las elecciones.
Cristina entra en esa categoría. Indudablemente.
Se trata de un fenómeno político excepcional. Extendido en el tiempo de manera inusual
Se sabe, el lawfare tiene dos patas fundamentales: la mediática y la judicial. En el caso de Cristina, como nunca jueces y medios se han empeñado en atacarla. Con un único objetivo: neutralizar la influencia de su figura y de sus ideas en la escena política argentina y latinoamericana.
Para lastimar el carisma de Cristina la tratan como una loca, tramposa y delirante, capaz incluso de debilitar al presidente que ella eligió.
Romper ese vínculo con la multitud es un objetivo estratégico para la derecha.
Para estabilizarse políticamente, el modelo neoliberal necesita una pata peronista y Cristina es un enorme estorbo. Porque después del menemismo, Néstor y Cristina demostraron con sus gobiernos que había una manera de ser peronista sin ser neoliberal. Esa experiencia kirchnerista puso al peronismo otra vez a discutir la distribución del ingreso, cosa que hizo el peronismo de los 40 y de los 70, y no privatizaciones y planes sociales. Néstor y Cristina le devolvieron al peronismo su sentido doctrinario histórico.

Los cambios estructurales que se plantea la derecha en la Argentina necesitan un peronismo domesticado, porque uno que resista sus políticas ralentiza el proceso de acumulación salvaje del capital en el que están empeñados.
Advirtió Cristina que Argentina iba a crecer. Tenía razón. También, cuando dijo que esa riqueza no podían quedársela “tres o cuatro vivos”. Digámoslo, Cristina es la única peronista con carisma y poder electoral que puede arruinarles los planes de saqueo a esos “tres o cuatro vivos” a los que un sector del peronismo le da “la patita”.
Los cambios estructurales que se plantea la derecha en la Argentina necesitan un peronismo domesticado.
Por eso ella es un peligro, por eso la quieren presa o muerta, y hasta tanto no consigan una cosa o la otra, se concentran hace años en construirle una imagen negativa basada en el efecto de rechazo social que generan las causas inventadas de corrupción.
Para herir el carisma de Cristina deben presentarla como la jefa de una asociación ilícita.
Para lastimar el carisma de Cristina la tratan como una loca, tramposa y delirante, capaz incluso de debilitar al presidente que ella eligió.

Para negar el carisma de Cristina atribuyen a sus seguidores todos los defectos y ninguna cualidad.
Porque saben, incluso mejor que muchos peronistas, que si consiguen atenuar el carisma de Cristina, su autoridad se licúa y la multitud que la apoya puede dispersarse.
Cristina junta lo que otros no pueden juntar al interior del gigante peronista. Si no se revierte el proceso proscriptivo y se acentúa la licuación de la principal figura del movimiento, lo más probable es que el campo gravitatorio que hoy mantiene unidas fuerzas que se reconocen actuando bajo su liderazgo carismático entre en una crisis severa.
El peronismo necesita liderazgo carismático, conducción estratégica para ordenarse.
En otras palabras, si Cristina no está en el proceso electoral y ese campo gravitacional es desactivado, la dispersión y el sálvese quien pueda va a ser la ley que va a regir porque no existe otro liderazgo carismático en el peronismo y tampoco en el kirchnerismo que pueda resolver ese problema.
El peronismo no es el Partido Radical, que tiene una Convención que lo ordena en su afán de republicanismo inauténtico. El peronismo necesita liderazgo carismático, conducción estratégica para ordenarse.

Si eso no pasa, entonces es el caos.
¿A quién le sirve la derrota del peronismo?
Esto es una trampa. Esos “tres o cuatro vivos” de los que habló Cristina se están frotando las manos para ver cómo el peronismo se atomiza en un infinito pase de facturas.