Este 10 de diciembre, en el marco de una nueva conmemoración por el día de los Derechos Humanos, a 73 años de la Declaración Universal de tales derechos y a 38 años de la vuelta de la democracia en la Argentina, se torna necesario evocar, someramente, al menos, el espíritu de esa declaración y plantear la necesidad de seguir trabajando por la plena vigencia, respeto y cumplimiento de los Derechos Humanos; que, por cierto, implica también, más que nunca, el cuidado de la naturaleza y del ambiente del que formamos parte.
La Declaración Universal, procesada y materializada al calor de nuestro convulsionado y violento siglo veinte, nació con la finalidad de propender a contrarrestar las diversas formas de opresión y vulneración de la condición humana en cualquier rincón de nuestra tierra.
En este sentido, ese texto fundamental, que pone de manifiesto el derecho a la vida, a la libertad, al trabajo, a la educación, a la propiedad, a la familia, al desenvolvimiento social y cultural en el ámbito de la comunidad, a la participación en los asuntos socio-políticos en nuestra sociedad, al respeto humano por el mismísimo hecho de ser sujetos sociales, respetando las libertades religiosas, y no discriminando bajo ningún aspecto a nadie. Todo este contenido sustancioso, constituye, en suma, la coordenada principal para alcanzar la mayor dignidad que se merecen todos los habitantes de esta tierra.
La historia nos demuestra que la justicia, la libertad, la igualdad y el respeto a la dignidad humana y a todo lo viviente, no puramente humano, suponen un ejercicio constante.
No obstante y más allá del alcance y la gravitación fundamental que ha tenido y tiene esta concepción del derecho y de las leyes, y de los avances que ha habido al respecto, no podemos soslayar que por el solo hecho de que exista una ley o un tratado que estipule el mayor bienestar que nos merecemos como humanidad, esto se cumpla sin más.
Por el contrario, la historia nos demuestra que la justicia, la libertad, la igualdad y el respeto a la dignidad humana y a todo lo viviente, no puramente humano, suponen un ejercicio constante; un compromiso social y político para que estos derechos, esta axiología, realmente sean reconocidos y cumplidos.
El panorama, en este sentido, a nivel mundial, da cuenta de importantes retrocesos. En 2017, la organización OXFAM[1] señaló que, en el mundo, 8 personas concentran una riqueza proporcional a la que suman 3600 millones de seres humanos. Y a este contexto se le añaden otros diversos conflictos, no escindidos de esta lógica económico-social deshumanizante y perversa: las problemáticas bélicas, ambientales, las crisis político-democráticas, que configuran, en consecuencia, un escenario sumamente violento y segregacionista, agravado ahora por una situación pandémica global que ha causado daños insondables en las experiencias de vida de millones y millones de personas en la tierra, y ha agudizado aún más las desigualdades sociales y las formas variadas de la precarización.
En 2017, la organización OXFAM[1] señaló que, en el mundo, 8 personas concentran una riqueza proporcional a la que suman 3600 millones de seres humanos.
Vinculado a lo anterior y pensando en nuestro país, creo que si bien hemos visto enormes gestos de solidaridad y de resistencia en nuestras sociedades, en distintas comunidades y barrios, donde la gente fue tendiendo lazos y acompañándose frente a las desmesuradas situaciones de fragilidad, y donde la presencia del Estado ha sido y sigue siendo fundamental en el camino de resguardar condiciones mínimas de dignidad, persisten ciertas matrices políticas, culturales, hegemónicas, que apuntan a querernos convencer de que resulta imposible torcer la estructura capitalista y los valores que impone, recordándonos aquella frase de Fredric Jameson de que “resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”[2].
En relación a lo señalado, comprobamos con desgracia las secuelas imborrables ocasionadas por el Terrorismo de Estado; esas lastimaduras profundísimas ocasionadas en el tejido social, donde el blanco principal fueron los sectores militantes, trabajadores y estudiantiles, pero donde principalmente se trató, como sabemos, se sentar las bases para un modelo cultural, económico y político cuya derivación fue una experiencia de capitalismo más excluyente y hostil cuyas reminiscencias, de diversos modos, continúan vigentes hasta hoy y se traducen en diversos modos de la violencia.
En este contexto actual, tan difícil, pensar en un nuevo contrato social, en modos de articulación entre diversos sectores para resistir los embates de esta lógica económico-política y cultural tan perversa se torna urgente.
Se trata de ir generando una transformación procesual, de raíz, si pretendemos recuperar y ampliar las bases para una condición de existencia digna.

Finalmente, a poco de cumplirse un aniversario más de la desdichadamente célebre Masacre de Margarita Belén, en Chaco, es importante recordar los nombres de aquellas y aquellos jovenes, militantes, que apostaron cotidianamente a un proyecto diferente de país y de mundo, en medio de aquellos días de muerte y oscuridad:
Ema Beatriz Cabral, Reynald Zapata Soñez, Delicia González, Luis Arturo Franzen, Carlos Enrique Tereszecuk, Luis Angel Barco, Raúl María Caire, Mario Cuevas, Luis Díaz, Carlos Alberto Duarte, Manuel Parodi Ocampo, Julio Andrés Pereira, Fernando Gabriel Piérola, Néstor Carlos Sala, Roberto Horacio Yedro, Carlos Alberto Zamudio, Patricio Blas Tierno, Alcides Bosch, Dora Noriega, Eduardo Lalo Fernández, Raúl Antonio Méndez, Ramón Vargas.
Y, al evocarlos, rendir con ello homenaje, una vez más, a las y los médicas/os, docentes, militantes sociales y políticos, a nuestras Madres y Abuelas, a las y los estudiantes, trabajadores/ras, a las mujeres y personas que luchan por el respeto a la diversidad de género, a las comunidades indígenas, a los pequeños productores y emprendedores… entre otras y otros, que se siguen organizando y que continúan bregando por un espacio mejor para vivir.
*Doctor en Comunicación Social. FHCS-UNaM. Integrante del Circuito por la Memoria (FHCS-UNaM)
[1] Informe de OXFAM: “Una economía para el 99%”. Publicado el 16 de enero de 2017. Disponible en: https://www.oxfam.org/es/informes/una-economia-para-el-99[
2] Citado en la obra “Realismo capitalista ¿No hay alternativa?” De Mark Fisher, 2009, capítulo 1.